sábado, 10 de abril de 2010

Léase al mediodía



El Charro Negro y su gallo colorado
(Primera parte)


por Zarcof

Esto que les voy a contar pasó en una hacienda de la huasteca potosina. En esa hacienda la gente que trabajaba en las tierras siempre veían en su patrón a un hombre bueno y amable y en su esposa a una mujer bella y también muy sencilla. Los más allegados a la familia dicen que seguido se oía cantar a su joven hija, que era tan bella como la madre y que de su padre había heredado lo amable con los trabajadores, por lo que todos la protegían.
Ella nunca iba a las fiestas porque siempre llegaba a la hacienda un charro montado en un caballo muy negro cuyos ojos eran rojos como el fuego. El charro siempre se vestía de negro y todos le conocían como “El Charro Negro”.
Siempre le decía al hacendado: “¡Qué rechula está su hija! ¿Cómo ve si vamos haciendo negocio?” El hacendado le respondía “¡No!, mi hija no está a la venta” y sobre todo le decía “No creo en usted, ya que la gente cuenta que usted es muy malo!
El Charro Negro sólo se reía y le decía “¡Son cuentos que la gente cuenta! ¡No le crea nada de nada!” Esto preocupó al hacendado y le dijo: ”¡Mejor será que se vaya señor!”, el Charro Negro se reía maléficamente y se iba en su caballo, del cual contaba la gente que cuando galopaba hasta sacaba fuego con sus patas.
En el pueblo se murmuraba que el Charro Negro era un demonio que tenía como quinientos años de edad y que estaba buscando esposa, pero que él se comía a sus esposas cuando se cansaba de ellas, que en las noches se convertía en demonio, es decir, en un jinete con patas de gallo y se llevaba a las muchachas que él quería y después de un tiempo se las comía porque ya no le gustaban y que así había sido durante los últimos quinientos años, que no se cansaba de buscar esposa porque ninguna llenaba lo que él quería y así iba de pueblo en pueblo y que ahora se había instalado en éste buscando lo mismo.
Dicen que ya llevaba ahí 130 años, lo más sorprendente era que él se veía como de cuarenta años de edad y que en las noches se robaba a los recién nacidos para que el mismísimo Satanás le diera más poder en el inframundo y que también necesitaba entregarle cincuenta muchachas vírgenes, que ya llevaba cuarenta y que por eso estaba en ese pueblo.
Los habitantes lo veían con mucho miedo y se preguntaban por qué no salía de día, sólo salía en la noche y siempre con una gran capa y un sombrero que tapaba su rostro que nadie le conocía. Otros decían que era un hombre muy guapo con ojos rojos y pupilas de gato, que no tenía piernas y que por pies tenía patas de gallo y que era muy cruel, que hipnotizaba a sus víctimas bailando con ellas. Que mataba a los hombres que se le ponían enfrente cuando se disponía a conquistar a una víctima. Había muchas historias terribles del Charro Negro.
También decían que en las noches antes de atacar a una víctima se metía en su casa y las empezaba a asfixiar quitándoles la energía de la voluntad. ¿Cómo eran estos ataques? Se ponía encima de ellas y las agarraba por la garganta mientras las sometía a un sueño tan profundo que no podían gritar ni defenderse, que sólo la victima lo alejaba rezando en sus sueños pero, bueno, eso nadie lo había comprobado porque todas sus víctimas habían desaparecido y nadie podía comprobar que había sido él.
También la gente decía que la hija del hacendado, de nombre Lorena, era muy bonita, de cabello negro y piel blanca como la leche, de labios rojos y ojos color de miel y un cuerpo que hechizaba. Y todos la querían no sólo por su belleza si no porque era muy dulce y muy buena persona.
Cuentan que en una fiesta en casa de los Rivaseñor, en donde todos estaban muy contentos, Conrado, el hijo del señor Rivaseñor, sacó a bailar a Lorena y ella estaba no sólo muy feliz si no que sintió que se había enamorado de él y él de ella, fue un amor de esos que llaman de flechazo, donde hay mucha química desde el principio y nadie los puede separar.

leasealmediodia@hotmail.com

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