martes, 16 de marzo de 2010

Léase al mediodía…

Asmodeo sólo quería impresionar a Dulce

Corría el año de 1823 y en un pueblo cerca de San Luis Potosí existía una casa cerca de la calle principal en donde se dice que vivían dos familias muy poderosas ya que hablaban y trabajaban para el demonio. Cuenta la leyenda que en esta finca se hacían toda clase de sacrificios humanos y hechicería, todo el pueblo tenía miedo de esas personas pero no decían nada, sólo saludaban a los Alcázar y a los Cortés. Todos ellos eran hombres y mujeres mal encarados y sumamente raros, se dice que nadie les molestaba. Todo transcurría muy normal en ese pueblo, nadie se metía con ellos ya que eran dueños de dicho lugar.
Cuentan que una noche se oyeron muchos gritos y golpes pues dicen se peleaban por el control de la casa porque ahí existe una puerta para otras dimensiones, los que saben señalan que los Alcázar y los Cortés acordaron hacer una misa negra para invocar a Satanás y que él decidiera quienes se quedarían como dueños y así lo hicieron. Lo invocaron y se apareció y cual fue su sorpresa, que Satanás enfurecido mató a todos, los desmembró y pintó con su sangre las paredes para que supieran que él era el dueño y señor de la vivienda.
A la mañana siguiente, cuando los vecinos abrieron la finca, todos quedaron horrorizados al ver aquellos cuerpos por todos lados, tan aterrados quedaron que la cerraron por muchos años, decían que ahí espantaban, que en las noches había orgías de demonios y salían para asustar a la gente.
Así pasaron las décadas hasta que en el año de 1945 unas hermanas compraron la casa, ignoraron las advertencias de la gente del pueblo. Al principio no notaron nada. Dulce —que era la hermana mayor y la más escéptica— le decía a Lucía, “ten calma, sólo son chismes y cuentos de la gente, no es cierto lo que cuentan, además, estaba muy barata la casa y vivir en provincia es lo que necesitamos, no seas cobarde. Papá y mamá desde el cielo nos cuidan”.
Y así fueron transcurriendo los días hasta que empezaron a notar cosas raras, como que la casa siempre estaba fría, que las plantas se morían, que su amado Rico —su perrito maltés— no cesaba de ladrar constantemente hacia la puerta de la sala. Tiempo después descubrieron unas huellas y se asustaron mucho, entonces llevaron a un padre a bendecir la casa y, lógicamente, la bendición no sirvió para nada.
Fenómenos raros seguían ocurriendo, se abrían y cerraban las puertas y se prendían solas las luces de la casa hasta que Dulce enojada le dijo a Lucía “yo ya me cansé, si aquí hay alguien bueno que me hable y yo lo vea, que deje de estar toqueteándome todo el tiempo”. Esa noche en el espejo ella vio una cara pero pensó “es una pesadilla, no le haré caso”.
Al otro día vio escrito en su espejo que decía “serás mía…” Al parecer la frase la habían escrito con sangre. Y así se iban apareciendo letreros, le advertían “Estarás conmigo, siempre, perdida… ¡Ja ja ja!”
Un día Dulce —ya enojada por tantos insultos— le dijo “¡Quiero verte, hazte presente!” Entonces el demonio se materializó pero ella no se asustó y le dijo “¡Ajá! Con que eso eres tú…” Aún más atrevida ella le dijo “¡Pensé que eras mejor!, en fin… ¿y cómo te llamas?”
Él le contestó —Asmodeo. — Oh, yo me llamo Dulce y ¿qué quieres de mí? Él le respondió —Que seas mía. A lo que Dulce le contestó “¿Así nomás porque sí? Pues fíjate que no… Tienes que hacer algo que me impresione y sorprenda mucho ¡Y sólo así seré tuya! Pero como no lo creo, mejor vete ya. ¡Y deja de molestar!”
Asmodeo se “encabritó”, retado y menospreciado le dijo: “¡Yo lo haré pero tú cumplirás tu palabra”. Y ella, muy altiva, le confirmó “¡Claro que sí, pero hazlo ya!”
Y al otro día Dulce le platicó a Lucia. ¿Tú qué crees que Asmodeo haga para impresionarme? Lucía, preocupada le recriminó “no deberías de haberlo retado porque es un demonio y los demonios son malos”. Dulce le dijo “¡Claro que no! ¿Estás loca? Ya verás que no hace nada…”
A media tarde Dulce empezó a sentir miedo y le dijo Lucía “estoy nerviosa y no sé por qué, pero hoy te duermes conmigo por favor, tengo miedo”. Y Lucía le dijo: “¡Sí mujer, no seas tonta!”. Extrañamente Lucía que era tan miedosa estaba muy tranquila.
Cuando llegó la noche cerraron las puertas y ventanas para dormir, llevaron a la habitación a su perrito que estaba muy tranquilo cuando de repente se oyó un ruido como quien abre una puerta.
Lucía bajó pero como tardaba le gritaba desde abajo a su nerviosa hermana “¡Dulce, no hay nada! ¿Ya ves? Te lo dije no hay ladrones, ya voy para arriba”.
Dulce le contestaba “está bien pero ven rápido porque tengo miedo!” Lucía le gritaba “Ten calma ya voy, voy subiendo las escaleras ya casi llego ¡No seas tonta, no pasa nada!” A lo que Dulce le aclaró “Está bien ya no tengo miedo”. Pero cuando Lucía abrió la puerta de la recámara Dulce gritó de la manera más horrorosa que jamás se había escuchado en el vecindario, Lucía estaba decapitada y su cuerpo sostenía una charola en donde estaba su cabeza la cual hablaba y junto a ella estaba Asmodeo diciéndole a Dulce “¿Esto sí te impresiona?” ¡Ahora sí serás mía por siempre!”
Dulce murió instantáneamente por tal impresión, ella quedó encanecida ante tal espectro.
Al día siguiente, la casa tenía la puerta abierta y el policía del pueblo —que hacía su rondín cotidiano— al verla así entró y empezó a buscar a las hermanas Uzcanga Beltrán para saber por qué a esas horas tenían abierta la puerta principal. Cuando el gendarme subió las escaleras y llegó al cuarto de Dulce entró y al ver el cuadro se espantó pues estaba Dulce muerta con la cabeza blanca y Lucía sentada en la cama aún con la charola que portaba su cabeza en las manos hablándole a Dulce y diciéndole “¿Te gustó hermanita, cómo me veo, te gustó?”
Ante tal escena el policía salió despavorido y enloqueció. Entonces los vecinos decidieron demoler la casa pero la leyenda quedó para que todos aprendieran la lección: Nunca retes a un demonio.

leasealmediodia@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario